Leemos para leernos
Artículos Articulados
Coautores de este artículo: Gabriel Bunster y Juan Vera
Gabriel y Juan se conocieron de lejos alrededor del año 2007, en el entorno de la Fundación Desafío de Humanidad. Fue después de un encuentro en lo Alto de los que organizaba la fundación en esa época y al que Juan fue con Angélica, su pareja, cuando empezaron a conversar y a conocerse de cerca.
Gabriel se ofreció a hacerles una foto para recoger la expresión que veía en ellos. Esa foto fue ampliada y enmarcada por Angélica y aún está en las paredes del departamento en el que viven.
Desde entonces Gabriel y Juan han compartido diversos espacios y aficiones. Ambos mantienen la misma dinámica de enviar a sus redes información sobre lo que hacen, lo que leen, lo que les conmueve. Gabriel fue el diseñador del primer blog que tuvo Juan. Eso los llevó a conocer más profundamente sus mutuos intereses y su cierta predisposición al asombro.
Hoy también coinciden en los encuentros del movimiento 3xi. Gabriel ha participado, además, en algunas de las iniciativas de los programas de Articuladores de lo Posible que dirige Juan.
Cada viernes Gabriel envía una newsletter con recomendaciones de videos, artículos y entrevistas que han llamado su atención. Juan es uno de los receptores de esa interesante información y admira especialmente que cada semana incluya sus impresiones sobre un nuevo libro leído.
Leer, escribir y comunicar es una pasión compartida. Por eso, Juan ha ofrecido a Gabriel que escriban juntos un Artículo articulado en el que exploren el arte de leer y Gabriel ha aceptado el desafío
Juan Vera (J.V.):— Querido Gabriel, gracias por aceptar mi invitación. Como tú también dices, pienso que cuando leemos aprendemos de nosotros, que la lectura nos abre a otras miradas y a la vez nos muestra quienes somos. Por eso, quiero preguntarte, ¿qué papel juega la lectura en tu vida?, ¿por qué recomiendas leer a quienes conoces?
Gabriel Bunster (G.B.):— En primer lugar, Juan, gracias por la invitación a participar en este juego articulado del conversar entre los dos.
Leo desde muy joven. Hubo períodos de baja por la escasez de tiempo más que nada. La falta de tiempo me parece que es una de las razones por la que mis hijos y la gente en general lee muy poco o nada.
Hablaba recién con una persona que me decía que ve más videos YouTube que leer, teniendo él la misma edad que yo. El video se ha tomado buena parte del territorio, creo yo. Escribo algo en mi blog y hago un video de lo mismo para ponerlo en Instagram.
No te imaginas la envidia de mi hija por todo el tiempo del que dispongo a mi edad de semiretirado. Leo mucho en la actualidad: entre 50 y 100 páginas diarias. Y suelo leer los libros dos veces seguidas y es como si leyera otro libro muchas veces.
Y tengo incorporada la práctica de pasar lo que a mí me pasó con el libro, a otros. Por eso, tanto posteo de libros en mi blog.
Leo atento a lo que me pasa a mi con lo que leo. Es lo que capturo y es de lo que escribo después.
Pareciera que leo para aprender de mí más que de los temas de los que me habla el autor. Aparte de que desconfío enormemente de mi memoria. Pienso que la mayor parte de lo que leo se me olvida. Hoy mismo un amigo me preguntaba si había leído un libro. Tuve que ir al blog y ahí estaba el posteo. “Si”, le dije, lo leí y le mandé el link al posteo.
A mi edad, leer, es fascinante. Con esto de mi newsletter soy nodo de intercambio entre mucha gente. Y tengo proveedores de libros diversos.
Y tú Juan. ¿Cómo lees tú? Tengo la sospecha de que paladeas las palabras y lees muy lentamente, una vez cada libro. Te veo como un disfrutador estético sensible al lenguaje, su sonido y sus significados.
¿Cómo se te da a ti el leer?, ¿qué tipo de libros prefieres? Y hablemos después del escribir, que también es tema en esta deriva conversacional, pienso yo.
J.V.:— Me hace sonreír tu pregunta: ¿Cómo se te da a ti leer? Imagino una conversación entre amigos que van caminando por un mercado o, en nuestro caso, que van a recoger a sus nietos al colegio o a una fiesta. Creo que leer se me da bien, Gabriel.
Ya he contado que aprendí a leer solo. En el colegio me enseñaron las letras del abecedario y cómo se enlazaban en sílabas. Tenía 4 o 5 años. Justo después estuve enfermo casi todo el invierno y mis padres me regalaron un abecedario de plástico para que jugara. Así empezó todo, formaba palabras y un buen día me descubrí leyendo. Fue fácil.
Ese juego me ha acompañado toda la vida. He estado siempre rodeado de libros. Libros compañeros que me gustaba acariciar, marcar sus páginas con subrayados, doblar sus vértices para señalar que en esa página había algo que me había tocado. Leer y escribir son mis dos tesoros. Leer es fácil, sigue siendo el juego de mi vida.
Hoy leo como quien se adentra en una tierra incógnita para descubrir un territorio nuevo, para entrar en la mente de sus autores y dejar que ellos siembren semillas en mis campos labrados de creencias. Cuando leo estoy dispuesto para que algo pase. No suelo buscar información, sino historias o puntos de vista, interpretaciones o vidas y enseguida se produce la danza y el intercambio.
En muchas ocasiones paladeo las palabras como dices. Busco en ellas su significado, su melodía, su aroma y la reverberación que me produce. Leer es disfrutar, conocer a otros y conocernos. Leo para saber lo que pienso y lo que siento.
Como ves es una actividad central de mi vida. Por eso admiro que cada semana tengas en tu newsletter un libro nuevo para comentar. Pienso: ¡cuánto lee Gabriel!, ¡cuántas conversaciones podríamos tener!
¿Qué tipo de libros prefiero? He seguido un proceso no elegido. Empecé siendo lector de poesía. Me gustaba declamarlas, poner pasión detrás de cada párrafo. Después me gustaron las tramas de historias en las que los personajes estaban envueltos en pasiones y guardaban en el fondo de sus acciones un secreto. No me refiero a la intriga propiamente dicha, me refiero a ese secreto que todos tenemos y que nos constituye. Así me pasé a la novela y el relato corto, sin desdeñar la poesía.
Más tarde llegué al ensayo, a los escritos filosóficos y a la necesidad de no ser un lector pasivo, sino de usar la lectura guiada como un tiempo de reconciliación conmigo mismo y de inspiración para nuevos escribires. Hoy alterno todos esos géneros y alguna vez las biografías.
Todavía no entraré en el escribir, que para mi no es juego, sino vocación, pero voy a por mi segunda pregunta: ¿Crees que el mundo mejoraría si todos leyésemos desde una mente abierta a dejarnos transformar por lo leído? Si tuvieras la posición de ser el mentor de una comunidad, ¿qué recomendarías leer y cómo plantearías que leyésemos quienes te acompañásemos?
G.B.:— El mundo se ha puesto muy pragmático, Juan. Tengo hijos que no leen nada y les va muy bien económicamente. Han, en cierto modo, confirmado que leer no los hace más ricos. Recuerdo que uno de ellos cuando era más joven me dijo: ¿Para qué voy a leer si tu hermano, que es mucho más exitoso que tú, no lee nada?
Hablé con mi hermano en ese tiempo y le dije que no lograba que uno de mis hijos leyera por su práctica de no leer. Recuerdo que solo rio en ese tiempo. Hoy sé que lee algo.
El mundo de hoy anda tras sensaciones, emociones, experiencias, que obtienen mucho más a través de imágenes y videos. El texto escrito se ha recogido o encogido en el mundo real.
En mi caso, que soy más analítico, que busco respuestas en un mundo, que percibo más chato y perdido, hasta el sentido ha perdido. Yo soy un buscador empedernido, que busca contenidos e información para mi oficio de coach, que me gusta mucho y disfruto enormemente cuando veo mejoras o transformaciones significativas en mis coachees.
Los libros para mi son mundos de la misma forma que las personas son mundos. Cada libro es un mundo que de alguna forma despliega el mundo de su autor. Mundos fascinantes.
Acabo de terminar de leer el libro Los secretos de la mente millonaria (2011) de Harv Eker, que me hizo mirar mi historia de interpretaciones en relación con el mundo del dinero, un tema que en mi familia de origen no fue tema. Lo mismo el tema de la política, que ya sabes, mis padres se desencontraron por la expropiación de los fundos de la familia y mi padre terminó golpeando la mesa del comedor, diciendo: “En esta casa no se habla más de política”, cosa que aún no hacemos, siendo que él murió hace más de 10 años.
Antes leí Cuando el cuerpo dice “no” (2020) de Gabor Maté, que me introdujo en la estrecha correlación que existe entre nuestra mente y nuestra biología, explicando enfermedades que en nuestra cultura son temas que suelen no tocarse. Si no tienes clara la distinción entre quién eres tú y quienes son los otros, tu sistema inmunológico puede confundirse coherentemente y causar enfermedades autoinmunes, como el ELA.
Y antes, leí Las nueve caras de Cristo (1972) de Eugene Whitworth, que ficciona sobre la vida de Cristo como un circuito de desarrollo personal de iniciación, algo que siempre pensé debiera ser el circuito espiritual.
Bueno, los libros para mí son fascinantes y algo que llena mi vida, leyendo en la actualidad entre 50 y 100 páginas diarias. Mi récord fue el final de la trilogía Fundación (1951) de Asimov en que en un día leí 160 páginas por lo fascinante de la historia.
Te invito Juan a pasar al tema de la escritura, que es un fenómeno medio mágico, según mi experiencia. ¿Qué es para ti escribir? Cuéntame.
J.V.:— Déjame que antes de entrar a tu pregunta haga un comentario a tu respuesta anterior, porque uno de los supuestos que expresa es que para muchas personas el éxito es llegar a ser rico. Como verías en la encuesta reciente sobre la generación Z, esa era una de las claves de su forma de entender la vida.
Puede ser que la sociedad digital que estamos viviendo aliente esa convicción, además de que todo debe ser rápido, conciso y ser visual, pero, junto a ello, sigue existiendo una profunda insatisfacción existencial que revela que no es ese el camino para un vivir con plenitud. Puede ser que la evidencia de ese malestar nos devuelva al camino del pensamiento, de la lectura y la escritura.
Y ahora sí, como te dije, para mí escribir es una vocación, un requerimiento profundo. Escribo para expresar quién soy y qué quiero, qué aprecio y qué me enerva. Me gusta hablar, pero si quiero llegar más allá, si quiero que mi reflexión traspase los umbrales del mero comentario, tengo que sentarme a escribir.
Fue un hallazgo, cuando empecé a leer sobre neurociencia, saber que cuando se observa la actividad de nuestro cerebro, la misma frase escrita produce un movimiento neuronal mucho mayor que cuando simplemente la decimos. Suelo decir a mis alumnos en la universidad que, con independencia de que pongan atención y de que la clase quede grabada, escriban lo que les provoca, escriban aquello que les lleva a pensar, porque eso dejará una huella más profunda en su memoria.
Leí que el director médico del Instituto de Neurología de Buenos Aires, Alejandro Andersson, que escribir a mano estimula aún más la actividad cerebral, porque involucra no sólo a las áreas relacionadas con la memoria, sino con la coordinación motora fina.
Otros estudios abundan sobre la conveniencia de que los adultos escriban para preservar la función cognitiva y aumentar la comprensión de las cosas que escribimos. Con eso me identifico, Gabriel. Escribo para entenderme mejor, para saber lo que pienso.
El ejercicio de empezar a escribir en la hoja en blanco representa una llamada a mi inteligencia y a mi sensibilidad. “Aquí os necesito, porque necesito saber”, me digo y van apareciendo las palabras y enlazándose para ir más lejos y encontrar más fundamentos de los que podría pensar al iniciar lo escrito.
Eso me pasó al escribir Articuladores de lo Posible y me ha pasado siempre al escribir mis cuentos. Se genera un espacio en el que, como en una gran red, van entrando peces de distintas especies y detrás de sus aletas y sus escamas entra también el océano y soy entonces un pescador de perlas o un observador omnisciente que lanza a las aguas del pensamiento su atarraya.
¿Ves? Ya me estoy extendiendo más de lo previsto. Escribir es para mí la abundancia poética y fundamentada del lenguaje.
Desde luego sé que quieres expresar también tu experiencia mágica de escribir. Cuéntamela, pero como es mi última pregunta, quiero, volviendo a la lectura, saber si leer tanto te ha hecho un ser humano distinto. ¿Cómo describirías a ese ser?
G.B.:— Querido Juan, efectivamente leer me ha hecho una persona más culta, más consciente del ser que soy, más estimulada. Disfruto leyendo, pero no cualquier libro. Recuerdo una vez que llamé a un amigo muy intelectual, que tiene una gran biblioteca y le dije que leía dos libros que eran una lata y estaba con temblores y sudoraciones, cual adicto.
Me dijo: “Déjame pensarlo y mañana a las 3 te dejo un libro en la recepción de tu edificio”. Le dije que no era esa la intención de mi llamado. Al día siguiente me avisaron que había un paquete en recepción, que no tenía uno sino cinco libros.
Cada vez que terminaba uno le mandaba el posteo que publicaba en mi blog. No ha parado de pasarme libros. Le devuelvo dos y me tiene tres esperando. Me ha dicho que lee mis “resúmenes” y decide si leerlos o no.
“No son resúmenes”, le digo. Escribo lo que me pasó a mi con el libro. Más parece que indago más sobre mi leyendo que sobre lo que dice el autor.
Me ha ocurrido algo extraño escribiendo a partir de notas que tomo a personas desconocidas a las que entrevisto. Esto partió en un curso en el MIT con Otto Scharmer, en una sección que se llamaba de EGO a ECO en el que nos dio de tarea entrevistar a dos personas desconocidas. Fue tal mi fascinación que no he dejado de entrevistar gente desconocida. De algunos hago publicaciones, de otros no. Normalmente, porque después de ver mi escrito aprueban publicar o no.
Mi editor del libro, que espero publicar con estas entrevistas, me dijo que yo había descubierto un método para atravesar el miedo de conversar con desconocidos. Es como si cualquier desconocido es para mi un mundo.
Paso en limpio al computador mis notas y luego me pongo a escribir. Es mágico. Parto de algún lado y una palabra, una frase, llama a la otra. Escribo hasta que termino, sin parar.
En otras ocasiones tengo un tema del que me surge decir algo. Digo que siempre estos temas los escribo después de una sesión de meditación en las mañanas. Me pongo a escribir y suelo sorprenderme con todo lo que emerge. Como dices, Juan, veo lo que sale, que ha de ser. Pienso lo que pienso. Me conozco entonces al escribir de esa forma, como dejándose ir en el escribir. Soltando, dejándose llevar. Y todo brota como de una vertiente, como un géiser.
Es como que no sabemos lo que somos, lo que puede emerger de nosotros. Se sabe cuando uno se pone a escribir e instala esa práctica.
A las personas en general les cuesta escribir. Se sienten muy amenazados por miradas críticas que puedan leerlos. Pienso que son resabios de la educación escolar que recibieron.
Mi hija mientras cría a su primera guagua, la Flo, está abocada a escribir una novela. Ella sí que experimenta la fuente que puede ser la creatividad, que pienso todos tenemos de alguna forma. Solo nos falta atrevernos y lanzarnos a explorar qué sale de uno.
Esto lo he vivido también grabando videos en forma espontánea. Me ha sorprendido lo que sale y no solo eso: me veo y me gusta lo que veo. ¿Seré un narciso? Capaz.
¿No te parece, Juan, que no hay mejor forma de entrar en esta edad, sobre los 70 años, que con el gusto e incluso la pasión por leer? Cuéntame, Juan, de esta experiencia de leer en grupos con los grupos que tú haces, ¿qué pasa en ellos que hace que la gente disfrute tanto y algunos no dejan de seguir participando?
J.V.:— Desde luego creo que leer, como lo estamos relatando, rejuvenece. Porque no es una lectura para entretenernos. Es una experiencia de búsqueda, de conexión potente que inmediatamente requiere de la acción. Sentirse en disposición de acción mantiene la vigencia. En ese sentido, es una repuesta a uno de los temores de la edad más adulta: perder la vigencia.
Y paso a contarte la experiencia con los Círculos de Lectura y Pensamiento que dirijo. Efectivamente, ha resultado ser fascinante. No se trata de leer al ritmo de cada uno y llegar a contar las opiniones de lo leído y conversar. Lo cual es muy interesante. Se trata de crear una comunidad de pensamiento que conversa con un libro y con su autor.
No hace mucho escribí sobre ello tratando de describir lo vivido:
“Así, lo que empezó siendo un laboratorio experimental se ha constituido en una de las experiencias más reveladoras que he vivido de lo que puede ser la creación de un campo social que permita el diálogo entre distintos.
Una de las participantes del primer nivel al terminar su Círculo expresó que en su larga vida de emprendedora, empresaria y coach había pasado por muchos procesos de acompañamiento personal, pero que nunca había sentido tan profundamente una apertura a la transformación y a la conexión interior. Lo denominó como la forma más efectiva de coaching a la que se había entregado.
Si el Círculo empezó con la intención de leer juntos, pasó pronto a ser una instancia de reflexión personal. De leer pasamos a conversar con los libros. De la reflexión fue surgiendo la acción. Del diálogo interior al diálogo entre los participantes y a convertirse en una posibilidad de generación de inteligencia colectiva”.
Hoy nos preguntamos ¿Somos lo que leemos?, ¿lo que leemos expande nuestra mirada y nos permite ver más allá?, ¿o es la reflexión con el otro sobre lo que leemos, aquello que nutre nuestra forma de entender el mundo?, ¿leer fomenta la empatía?, ¿es una forma de viajar a los otros o es un profundo viaje interior para saber quiénes somos y saber lo que pensamos o lo que podríamos llegar a pensar?”.
Si algo está claro es que se han desplegado nuevas preguntas y la seguridad de que algo nos transforma y da respuesta a nuestra necesidad de pertenecer. Esa necesidad de pertenecer y compartir es la que produce ese interés en continuar juntos a la que te refieres Gabriel.
***
Gabriel y Juan dan por terminada la conversación, se despiden en La Vinoteca y caminan por Nueva Costanera. Se volverán a ver pronto. Probablemente, en algún encuentro del 3xi.
Juan agradece a Gabriel por haber jugado, siguiendo las reglas de esta forma de escribir artículos. Gabriel le hace notar que pronto tendrá alguna nueva idea para pimponear con él.
Parten ambos con un caminar rápido a su cura de rejuvenecimiento. Gabriel a leer El trauma oculto en la infancia (2018) de Felipe Lecannelier, el libro de esta semana. Juan a sumergirse en Ricardo Piglia a la intemperie (2024), un ensayo biográfico de Mauro Libertella sobre la vida y las teorías narrativas del escritor argentino que tanto le gusta
Leer en grupo para la creación de una ciudadanía consciente