El poder del perdón
Artículos Articulados
Coautores de este artículo: Juan Vera y Juan José Pineda Vera
Juanjo y Juan se conocen desde antes de que el propio Juanjo naciese. Sí, tienen una historia larga. Juan supo del movimiento y el latir de Juanjo cuando aún estaba en el vientre de su madre: Cande, la hermana de Juan. Efectivamente, Juanjo es sobrino de Juan. Pasaron toda la infancia y la adolescencia juntos en una familia profundamente unida.
Con el tiempo, Juanjo se acercó al mundo del coaching y especialmente a otros ámbitos relacionados con las energías del ser humano y su poder de conexión con la vida. Se formó en reiki, la técnica energética japonesa empleada para la curación, y en mindfulness, esa forma de atención plena para observar la realidad sin juzgarla.
Cuando Juanjo optó por convertir sus conocimientos en profesión, Juan hizo durante un tiempo de mentor y Juanjo eligió su camino. En la época en que Juan lanzó su programa de Coaching y Política en la Escuela Europea de Coaching, Juanjo fue su cofacilitador en todos los módulos somáticos de las versiones que se hicieron en España.
Juanjo lanzó su primer libro Explora Mindfulness en el 2017. Juan abre muchas veces ese libro por el placer de leer la larga dedicatoria que Juanjo le escribió y que termina diciendo: “Que la energía del oso llene tu corazón con un toque de mono, con el fluir de la serpiente y el coraje del tigre. Mientras la grulla vuela. Gracias por estar en mi vida y hacerme mejor persona. Te quiero”.
La vida irá mostrando la especial relación que hay entre ellos y el espacio que Juanjo tiene en el corazón de Juan.
En el 2021 Juanjo escribió con Diana Yoldi y José Luis Hidalgo el libro Palabra de coach. Eran tiempos de pandemia, por lo que Juan compró el libro a través de una plataforma. Aprovechó, desde luego, para invitar a Juanjo y a José Luis al programa quincenal que tenía en la TV de Coaching Global y ahora, a partir de un momento de nueva conexión, Juan le invita a escribir juntos un Artículo articulado para hablar sobre el perdón y su fuerza.
Juan, una vez más, lanza la primera pregunta para iniciar la conversación.
Juan Vera (J.V.):— Querido Juanjo, no imaginas cómo me alegra que aceptes mi invitación para estrenar juntos este 2025 desde el poder de las palabras escritas. Como tú sabes siempre me ha interesado el mundo del poder y sus complejidades y por eso quiero lanzarte una primera pregunta sobre el poder del perdón. ¿Tiene poder el perdón?, ¿para quién lo tiene?, ¿para el que perdona o para el que es perdonado? Me interesa mucho tu visión sobre esto.
Juan José Pineda Vera (J.J.P.V.):— Gracias, tío Juan, por invitarme a formar parte de este artículo. Es para mí un honor tener la oportunidad de intervenir y poder contestar a tu pregunta. Siento que el perdón es un asunto del corazón y esto nos sitúa en un baile entre la preciosidad de la metáfora y la literalidad del lugar físico, porque mi mente necesita coordenadas que le ayuden a entender.
Para ubicar el perdón y su poder necesito mencionar el movimiento balanceado entre la mente y el alma, entre la ciencia y la fe, entre el recuerdo y la memoria. Recordar es volver a pasar por el corazón.
Me encantan las metáforas porque se saltan los procesos mentales y llegan directas a la sensación. Elijo “la vida corazón”.
Si el corazón tiene poder, entonces el perdón también. El perdón es un asunto del corazón y lo mismo el corazón no es lo que piensas.
Sí, el perdón tiene poder, pero siento que es un poder de posibilidad en lugar de dominio. Abre oportunidades, descarga pesos, expande el pecho, suelta tensión, ese es su poder. Puedo bailar más cuando lo dibujo, puedo atreverme a ser cuando lo despierto hacia mí mismo. Puedo amar cuando lo integro, puedo alejarme del daño y dispersar el rencor, puedo mirar con cariño hacia el maestro que puso en mi camino el reto. Cuando abrazo el perdón tengo encendida la posibilidad de superar la adversidad que desató la tormenta y puedo aprender y evolucionar. Así que sí: me parece un superpoder.
Poder es diferente que hacer, la voluntad está en medio.
Por empezar a contestar a la segunda parte de la pregunta, te digo que no suelo arrojar el perdón hacia el otro o hacia mí mismo. El perdón, para mí, está conectado con el amor. Así que tampoco lo acumulo en espera de ser computado ni lo escondo para que el otro sienta que le falta mi perdón. Esos son asuntos del ego y el ego está en la mente y se alimenta de ese anhelo de control y dominio, de esa intención de entender todo lo que sucede. Al ego le encanta el poder, dominar, controlar, someter, estar por encima del otro y diferenciarse de él.
Por si acaso estás pensando cómo diferenciar mente de corazón, te diré que necesité un par de eventos extraordinarios que me sacudieron, conmovieron, me recordaron que la vida tiene un principio y también un final para habitar el corazón y hacer visibles sus tesoros. Tesoros como el respeto, la gratitud, el amor, la aceptación, el perdón.
Esos tesoros maravillosos están expuestos a la intervención de un cierto control mental. Tenemos corazón y tenemos cerebro, conviven sensaciones y sentimientos. Esto ya lo sabemos, el tema es que lo mismo no sentimos el perdón en su plenitud y sentir, a veces, no tiene una gran explicación concreta llena de razones.
Me parece que perdonar es una acción que requiere de un proceso y ese proceso empieza en uno mismo.
No perdono para que me perdonen. Lo hago para sentirme bien, para soltar tensión, para gestionar la emocionalidad más densa y poder amar. No sé si ser perdonado depende de mí. La sensación es que es la otra persona quien tiene esa posibilidad, así que ese poder le corresponde al otro medirlo (mente) y sentirlo (corazón). Me parece muy difícil perdonar a alguien sin perdonarme a mí. El perdón mejora la convivencia y traza puentes entre las personas. También tiene esa posibilidad.
Al perdonar, como al amar, quedamos expuestos de alguna forma y esto me lleva a preguntarte algo: ¿Cómo vives tú el perdón a alguien que te ha dañado el corazón?, ¿qué haces para perdonar?, ¿has vivido sin perdonar alguna vez? En el caso afirmativo, ¿cómo lo has hecho?
J.V.:— Gracias, Juanjo. ¡Qué gran respuesta! No puedo empezar a responder sin regresar a algunas de tus frases y ponerlas en mí. Llevarlas a mi lenguaje y a la forma en que las siento.
Tú dices “Si el corazón tiene poder, entonces el perdón también”. El perdón es un asunto del corazón y lo mismo el corazón no es lo que piensas. Yo sabiendo que citar al corazón es una forma de hablar, si creo que el corazón tiene poder. Es más, pienso que cuando alojamos el amor en el corazón, estamos dejándole que represente la más valiosa y positiva forma del poder, aquella que busca la paz, la armonía, el bienvivir, la convivencia y la concordia.
Tú hablabas de recordar, que viene de la misma raíz etimológica. Concordia también adjudica al corazón (cordis) la capacidad de armonía, de poder estar juntos. En este momento de mi vida el poder más importante es el que junta, acerca, aproxima, une y, en ese sentido, el perdón es un vehículo de poder positivo.
Es verdad que, a veces, el corazón y la mente no siguen caminos paralelos y mi gran pregunta para mí mismo es cómo hacer que se encuentren, que converjan en el espacio más armonioso. ¿Qué tengo que soltar?, ¿qué tengo que mirar desde la benevolencia?, ¿a qué le doy más poder?
Y entrando en tu pregunta, no guardo rencores en mi vida. Es cierto que me he alejado de algunas personas, pero una de las cosas que aprendí desde mi niñez y adolescencia es que el resentimiento es una emoción destructora para el que la siente: la incoherencia emocional de darle poder a lo que odias. Tú conoces que en nuestra historia familiar tenemos un ejemplo del que quienes lo vivimos (tu madre y yo) pudimos aprender mucho para no caer en él.
Cuando me han hecho daño, he dejado que el tiempo me permitiera ver o imaginar que esa persona miraba el mundo desde otro lugar. Si existía amor entre nosotros, he tratado de reconciliarme. Si no lo había, he tratado de olvidar o al menos de que no tuviera consecuencia en mis acciones. De no ponerme ningún escudo que para “defenderme” pudiera herir a quienes no me han hecho nada. Porque los escudos y las armaduras no suelen distinguir.
Yo creo sinceramente en el poder de perdonar y de pedir perdón como declaraciones sustanciales para poder vivir en un mundo imperfecto y sobre todo para no caer en la tentación de constituirme en juez, ni siquiera de los daños recibidos. Con las personas que me han dañado, que en realidad no son muchas, también tuve momentos luminosos, instantes de entendimiento e incluso de cariño. Me refugio en ellos y entonces aparece la sonrisa, aunque sea leve y en todo caso la tristeza por lo perdido, sabiendo que lo que ocurre en las relaciones no es fácil adjudicarlo a una sola parte.
Me he interesado por los casos de perdón entre terroristas de ETA y familiares de quienes fueron sus víctimas y de casos similares en otros países. No sé por qué razón o sí, dado a lo que me dedico últimamente, eso que llamo y llaman “cultura del encuentro”, he tenido gran curiosidad por conocer casos de perdón entre el violador y los familiares de la violada (hoy debería también referirme a los violados), entre el estafador y los estafados. Y lo que he descubierto lo dices tú con palabras muy claras: el perdón descarga pesos, expande el pecho, suelta tensión. Ese es su poder. Y sólo añadiría que nos aleja del sentimiento de venganza, que es como decir, nos acerca a nuestra grandeza interior, vecina siempre de la humildad.
Y paso a mi segunda pregunta, desde mi punto de vista estamos regresando a una sociedad del exabrupto y la exclusión en la que el riesgo de daño y dañar es alto, como facilitador de conversaciones que eres, ¿qué recursos propones para producir convergencia más que divergencia?
J.J.P.V.:— Recojo “tu pregunta reto” y voy a intentar mencionar solo unos cuantos recursos para que las personas puedan tardar en leer esto menos de un año. También para poder hacer que sea algo lo más operativo posible y se pueda llevar a la acción en nuestras vidas.
El recurso más espectacular que conozco para generar convergencia es la escucha. Sentirme escuchado me hace sentir bien, me parece el inicio para conectar seres, traza puentes hacia el mundo y ayuda a entender lo que sucede.
Propongo escuchar más y hablar menos.
Escucharte (a ti mismo), en silencio, para saber quién eres, respirando, observando los juicios que se despiertan, los pensamientos que crecen, los que se desvanecen y los que despiertan el cuerpo, los que templan y los que tensionan. Escuchar para saber quién soy y desde ahí escuchar al resto del mundo. Escuchar hace crecer la observación, ayuda a contemplar y a conocer.
Escuchar despierta ciertos juicios que pueden ser un límite para converger, así que es importante elegir los juicios que nos hagan crecer en lugar de los que nos menguan, elegir los juicios que nos hacen evolucionar y vivir en paz, los que nos unen en lugar de los que nos separan. Si queremos converger, claro.
El principal problema que veo hoy en día en esa sociedad del exabrupto que comentas es que preferimos divergir y aposentar nuestras ideas enfrentándolas a las de los demás. Cada vez más polarizados, en lugares opuestos. No tengo claro que tengamos la voluntad de converger desde el corazón.
Elegir los juicios positivos que nos unen o nos hacen crecer es el segundo recurso que propongo. Dejar los juicios más pesados y negativos de lado me parece fundamental. Los juicios positivos encienden el respeto.
Respetar la diferencia del otro, aceptando su diferente forma de ser es otro recurso que me parece un tesoro. Respetar es muy diferente a dominar e imponer, al igual que callar no es estar en silencio y escuchar no es oír. Pienso que para conseguir esto necesitamos trabajar la responsabilidad emocional y la consciencia más plena.
Me quedan decenas de recursos por comentar, pero voy a exponer uno más: Empatizar, sentir más y pensar menos, estar abierto a sostener la emoción del otro y sentirla. Empatizar, poniéndome en los zapatos del otro, pero quitándome los míos primero.
Escuchar, sentir, enjuiciar menos, respetar y empatizar. Reviso la conversación y me parece formidable que el inicio de todo esto sea el perdón, sin lo que posiblemente el resto quede sesgado, condicionado y limitado. Esto me lleva a proponerte que completes la lista de recursos para converger en medio de un cierto apocalipsis polarizado con tu estilo propio.
Además de esa propuesta que te dejo ahí, y teniendo en cuenta que los dos establecemos puentes y conectamos corazones con anhelos y sueños, y que para ello necesitamos conversaciones dentro de nuestra condición de “seres lingüísticos”, ¿qué tipo de conversaciones nos faltan y entre qué agentes sociales o personas concretas para que converger sea viable?
J.V.:— Gracias, Juanjo. Planteas tres recursos esenciales en los que están presentes los elementos fundamentales de una relación: yo y el otro. Nosotros, vosotros e incluso ellos, los que rodean nuestra relación. En esos elementos está presente también la relación del adentro y el afuera dentro de un mismo marco. Por eso, no quiero bajarme del nivel en que te mueves para no entrar en aspectos más metodológicos o instrumentales.
En esa misma línea plantearía la importancia de la compasión. Es cierto que a veces se usa como un sinónimo de la empatía, pero la compasión da un paso más a esa comprensión cuidadosa que produce la empatía e incluye el deseo de acompañar, de hacer algo por ese otro, de servirle para colaborar a que se amaine su sufrimiento, su dolor, su soledad o su sentirse excluido o no entendido.
Vamos así estableciendo un camino: te escucho, te respeto, me conecto contigo, empatizo y paso a la acción compasiva, es decir, no desde la superioridad de la ayuda, sino desde la igualdad de servir, desde la actitud de la misericordia.
Hasta hace unos años para mí la misericordia tenía una connotación religiosa de la que me fui alejando. En una de las fundaciones en la que colaboro en Chile desde hace años, aprendí una acepción distinta. La de poner la miseria del otro en mi corazón, reconocerla como parte mía también. Y lo traigo aquí, querido Juanjo, porque me ayuda a comprender que solo cuando lo que he considerado miserable lo veo como parte de mí, lo traigo a mi corazón, es cuando el perdón no es indulgencia, sino un maravilloso acto de aceptación de la humanidad que compartimos.
Me preguntas también qué tipos de conversaciones nos faltan y entre qué agentes sociales. Mi experiencia última es que las que en la ontología del lenguaje se denominan “conversaciones para posibles conversaciones”, que suelen ser las más lejanas al mundo de las organizaciones, y que, por su naturaleza, ponen el énfasis inmediato en la consecución de resultados.
Conversaciones para conocernos por el principal objetivo de solo eso: conocernos, de producir proximidad y cercanía. Conversaciones para bajar las barreras que con motivo o sin él levantamos ante los diferentes. En nuestro próximo encuentro presencial te hablaré con profundidad del movimiento 3xi de conversaciones entre pares improbables. Creo que podrías ser un participante de gran valor para su propósito.
Y paso a hacerte mi última pregunta volviendo al perdón. Como españoles que ambos somos, ¿qué crees que deberíamos perdonarnos para poder avanzar en la reconciliación social que mi generación consideró que había logrado y hoy parece nuevamente una brecha insalvable? Y te hago la pregunta porque, aunque parezca de ámbito local, creo que las respuestas serían muy similares en la mayor parte del mundo polarizado.
J.J.P.V.:— Quiero empezar la respuesta poniendo en valor tu experiencia en las fundaciones, acompañando a personas que tienen recursos diferentes y un acceso reducido a las posibilidades de desarrollo. Quiero resaltar esa nueva conceptualización de la misericordia que nos has regalado. Me ha parecido hermosa y me conecta con la esperanza de trabajar para encontrar conexiones amables también en los entornos más necesitados de recursos materiales. Conexiones que permitan unir personas con recursos y encender posibilidades, conexiones que hagan visibles los límites para poder ser atendidos y transformados en crecimiento.
La visibilidad encenderá la solidaridad y las conexiones crearán redes de ayuda. Ahí reside el poder del colectivo para transformar la depresión en esperanza, el victimismo en responsabilidad y el bloqueo en acción creativa. Qué magnífica reconciliación social sería intervenir ahí primero.
Muchas personas viven sin ser conscientes que existen en su propio país familias desatendidas, desestructuradas, bajo el umbral de la pobreza, en situación de riesgo vital. Qué urgente me parece esa reconciliación social, integrarlos, atenderlos entre todos. Incluyo a las personas que sufren enfermedades raras y no tienen acceso a investigaciones científicas que encuentren soluciones médicas apropiadas. Incluyo a las personas con capacidades especiales y con reducción severa de la movilidad, que necesitan protocolos accionados por profesionales preparados que les cuiden y familias que tienen que soportar auténticas situaciones dolorosas y lo hacen con amor, con entrega incondicional, desgastando sus vidas para darle la posibilidad de sonreír a sus hijos, hijas.
Para responder a tu pregunta vuelvo al inicio de la conversación. Perdonar baila con aceptar. Aceptar es diferente a tolerar por hacer un guiño a Maturana.
Lo segundo sería despolarizar el mundo y eso llevará tiempo, así que paciencia. No sé si existe algún mundo sin polarizar. Me parece que la tendencia, en este sentido, en nuestro país, ha sido construida al revés, polarizando. Creo que detrás de eso hay otros intereses que no son para tratar aquí en solo una hoja.
Antes de perdonar tenemos que revisar cómo tenemos cada uno colocados esos tesoros que residen en el corazón. Después saber cómo inspiramos esa “vida corazón” a los demás.
Me parece esencial realizar acciones coherentes con las declaraciones y los sentimientos. Es decir, identifiquemos, coloquemos los tesoros del corazón y actuemos en consecuencia. Por lo tanto, y una vez revisado eso, siento que es importante que tengamos la voluntad de conciliar, que nos perdonemos la actitud egóica representada en querer someter al otro con nuestras ideas, que dejemos de querer tener razón e imponer, que seamos humildes y honestos en eso y, además, que contemos con profesionales cualificados que crean firmemente en la posibilidad de reconciliar, que sientan profundamente que crear un mundo amable en el que todos nos escuchemos con el corazón es verdaderamente real y posible. El gran paso empieza en cada uno.
Como dicen en El Atlas de las nubes (2012), la película de las hermanas Wachowski: “somos gotas de agua en un océano” y como dicen en Interestellar (2014) de Christopher Nolan: “El amor es lo único que podemos percibir que trasciende las dimensiones del espacio y del tiempo”.
Para finalizar este encuentro quiero agradecerte tu invitación a participar y también agradecer la atención a todos y cada uno de los lectores que nos han seguido. Si han experimentado alguna sensación extraordinaria o han viajado a su corazón por algún segundo leyéndonos significa que fueron inspirados y pueden empezar o seguir extendiendo acciones amables llenas de perdón.
Y mis últimas preguntas para ti; ¿Qué mensajes quieres transmitir a la persona que no quiera perdonar?, ¿qué mensajes, relacionados con esta conversación, quieres enviar a quienes quieren seguir polarizando, enfrentando y separando?
Gracias de corazón, tío Juan.
J.V.:— Vamos a ello, Juanjo. No perdonar implica mantener una carga, impedir que la herida cicatrice. Te explico lo que quiero decir. Para fundamentar la igualdad original de tribu, en mi programa “La habilidad de Articular” encontré una entrevista a María Martinón, una médico y paleoantropóloga española que dirige el Centro Nacional para la Investigación sobre la Evolución Humana. Ella explicó algo que me pareció contundente. Cuando encuentran restos biológicos humanos fósiles que tienen cicatrices se dan cuenta de que fueron capaces de superar ataques, enfermedades, porque de lo contrario no habrían llegado a cicatrizar. Es decir, la cicatriz la consideraban un avance. La cicatriz nos permite sobrevivir.
Cuando no perdonas, no te liberas. Nos quedamos al borde del resentimiento. Creo que empezaría mostrando eso, como te respondí antes. Llevar a esa persona a que vea a qué le está dando poder, pero también entraría por el camino de aceptar la diferencia del otro, su propia dignidad, con independencia del daño que me hiciera, porque muchas veces ese daño no es intencional. Es el resultado de la diferencia de mundos interpretativos.
Perdonar no significa olvidar el daño, sino cambiar los sentimientos negativos que ese daño me produjo. Nosotros mismos nos hacemos daño y solemos estar dispuestos a perdonarnos.
Tu segunda pregunta es más compleja y tiene mucho que ver con mi propósito de vida en este momento. La verdad es que quienes quieren seguir polarizando pueden estar siguiendo una consigna premeditada y, por lo tanto, los mensajes que enviemos pueden chocar con un escudo intencional poderoso.
En el anaquel que tengo a la derecha de mi escritorio están los libros de política y entre ellos El arte de la guerra de Sun Tzu. En la primera lectura que hice de este libro, allá por 1988, resalté con destacador verde la siguiente frase: “Por esto se dice que los guerreros victoriosos vencen primero y después van a la guerra, mientras que los guerreros vencidos van primero a la guerra y después intentan vencer”.
Y lo que explica es la importancia de dividirlos antes de ir a la batalla. Más tarde, Julio César pronunció la famosa frase de “divide y vencerás”, que también usó Maquiavelo, Napoleón y muchos otros. La polarización ha sido una estrategia consciente, ante la que lo único que se puede hacer es develar sus intenciones a todos aquellos que caen en la trampa de convertir sus diferencias en posiciones irreconciliables, azuzados por quienes quieren sacar ventaja de ello.
Mi mensaje hoy pondría énfasis en que estamos iniciando una nueva era de la historia humana en la que nos enfrentamos a una complejidad como nunca hemos conocido y a la aparición, no ya de tecnologías que como ha ocurrido siempre cambian las prácticas humanas, sino una nueva inteligencia con una capacidad de tomar decisiones que irrumpirá en todos los campos y que para evitar un desequilibrio que puede ser catastrófico requerimos que nuestra inteligencia esté coordinada y no fragmentada. Juntos y no dispersos.
Y hablando de juntos, quiero decirte que me ha encantado tener juntos este diálogo y mandarte un profundo abrazo de corazón a corazón.
***
Juanjo y Juan siguen conversando y salen abrazados del espacio virtual de su escritura. El abrazo perdura en los sentimientos de toda una vida, en las risas que fácilmente Juanjo provoca con su humor a flor de piel.
Juan le felicita por el taller que ha anunciado en las redes para el 1 de marzo llamado “Frases de mi abuela”, con el anuncio de que habrá croquetas. Una de las especializadas de la abuela Juanita, madre de Juan.
Caminan mentalmente por la calle Lagasca, buscando el primer bar para tomarse unas cañas. Llegarán a los veranos en Torrox o en las playas de Zahara de los atunes. Llegarán a los fines de semana en el chalet de El Encinar del Alberche y a aquella fotografía que les tomaron el 27 de febrero del 2009, haciéndose los interesantes.
Ebook Fugacidades
Explorando la importancia del diálogo, la confianza y la colaboración